June 14, 2007

La Hija de Jairo III Parte

8:44. La mujer toca el manto de Jesús.
Cuando ya casi estaba cerca de Jesús, ella no quiso hablar con él de su problema, tal vez no quería quedar descubierta; o simplemente no lo alcanzó más que tocar el borde de su manto ya que Jairo lo estaba llevando a Jesús con mucha prisa. Pero lo importante es lo que sucedió con ella. Había sido sanada; después de 12 años ella sintió que ese flujo que la había condenado a la oscuridad se había detenido. Ella ha quedado parada e inmóvil, tratando de entender su cuerpo a pesar del ruido y griterío de la gente a su alrededor. Pero de pronto Jesús da vuelta hacia ella.
8:45. Jesús se da cuenta que ha salido poder de sí.
Jesús se da cuenta que ha salido poder de él y da la vuelta. Buscando a la persona, empieza a preguntar quién le ha tocado, y a pesar de que todos lo estaban tocando, la forma como él lo preguntó hizo que todos negaran que le habían tocado. Jesús insistía en la pregunta y la mujer poco a poco se daba cuenta que había sido descubierta.
8:46-48. la verdad al descubierto.
La mujer no pudiendo ocultarse más tuvo que levantar su mano y reconocer que ella era a quien el poder del Señor había sanado. Ella le contó la sanidad que había experimentado. Hasta este punto Jesús le ha dado las espaldas a Jairo y esta frente a frente conversando con esta mujer.

Volvamos a Jairo por un momento, él estaba pensando que llegarían en 15 minutos como máximo y de pronto Jesús se para en seco y pregunta –quién me tocó- imagino un gran signo de interrogación en la cabeza de Jairo. Y en su mente, Señor apúrate por favor, qué importa quien te tocó, hay mucha gente aquí y Jesús se detiene y empieza a hablar con una mujer “desperdiciando” minutos que pueden significar la vida de su hija.

Ahora regresemos a la mujer sanada. Ella sólo tocó el borde de la capa de Jesús y quedó sanada. Por fin ese flujo de sangre que la había separado del mundo se detuvo. Y no sólo fue sanada sino que Jesús le dio la salvación por su fe.

Cuando ella tocó todavía tenía el flujo de sangre y tocó el manto de Jesús, Jesús quedó inmundo, pero era la única forma de que ella quedara sana y salvada.
Jesús ha cargado en sí nuestra inmundicia, él se hizo pecado por nosotros, por eso ahora somos sanados y salvados (Is. 53:6)

Cuando Jesús ya se disponía a seguir el camino, Jairo suspiró de alivio pensando ¡por fin!, pero de pronto alguien interrumpió ese pensamiento.

8:49. “tu hija ha muerto Jairo, ya no molestes al maestro”. Imagina lo que pasó por la mente de Jairo en ese momento, ¿qué pensarías tu si fueras Jairo?
“Noooo!, estábamos tan cerca, a unas pocas cuadras de mi casa…. Si hubiéramos caminado más rápido….si no nos hubiéramos detenido”…
Y tal vez mirando a la mujer sanada, hasta cierta cólera ¿no?
Pero antes de que sus emociones crezcan, el Señor le dice algo a Jairo
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